El final...

Por no decir todos, la mayoría tenían hijos y no querían pensar en el futuro que les esperaba si la protesta no salía bien. Apretaban los dientes y seguían caminando sin apenas decir nada. Aguantaron una larga caminata para pedirle al ministro socialista del Gobierno de Felipe González, Claudio Aranzadi, que abandonase el plan de reconversión que acabaría prácticamente con la siderurgia y con los puestos de trabajo. Los trabajadores de Ensidesa intentaron impedir el cierre de las factorías de Avilés y Veriña, que ponían en la calle a más de 20.000 obreros.
Se tomó el ejemplo de los mineros de Laciana, (León) que lograron con una caminata similar impedir el cierre de los pozos donde trabajaban. Para nosotros las cosas fueron distintas, no solo porque el problema era más complejo, sino por las condiciones de la marcha misma. El otoño fue inclemente y lo pasamos muy mal. Empezamos con grandes trombas de agua por Mieres, Campomanes, Mayorga de Campos y Medina de Rioseco. Se ascendió el temido Pajares y a todos más o menos, nos tocó padecer el frío terrible, el cansancio, las afecciones bronquiales, la fiebre, etc. La determinación de llegar parecía ser la mejor de las medicinas. De todos los que salieron en la columna asturiana hubo muy pocos abandonos, y estos por fuerza mayor, al tener que ser operados y hospitalizados. Físicamente muchos llegaron arrastrándose, pero llegaron a Madrid “por pelotas”, cumpliendo con éxito el primer objetivo de defender los puestos de trabajo…
La marcha, en su conjunto, estuvo bastante bien organizada. Tres camiones transportaban colchonetas, mochilas y sacos de dormir. Los voluntarios de Cruz Roja no nos abandonaron desde la salida el primer día, y a ellos se unían los voluntarios de la misma institución de los lugares por donde se pasó, ambulancias, medios de protección Civil y equipos médicos, por lo que pudiera ocurrir… Pero nada de eso era suficiente sin la colaboración, casi siempre emocionada, de los vecinos de los pueblos donde llegábamos. Quien más, quien menos, todos los integrantes de la marcha, hemos tenido que enjuagarnos las lágrimas más de una vez. Descubrimos la cara amable de las gentes de Castilla, recibimos atenciones de tremenda ternura, la gente nos alojó a dormir en sus casas, moviendo todos los muebles para hacernos sitio. Las anécdotas fueron incontables, desde la Iglesia que fletó autocares para venir a vernos, hasta alcaldes de pueblos castellanos que fundieron más de la mitad de su presupuesto anual para pagarnos la cena o los desayunos, pasando por las incesantes visitas de nuestros líderes sindicales, nuestras familias y amigos, y hasta políticos que se metieron en el cuerpo más de una etapa. O los ancianos que sin más, se echaban a llorar en nuestro hombro y nos dejaban deshechos, sin poder contener la emoción.
Al pasar el puerto de Los Leones, con un viento glacial y nieve en los cercanos pinares, entre la niebla apareció el cartel que anunciaba la entrada en la Comunidad de Madrid, ¡Ya estamos aquí!, se gritó desde la cabeza de la marcha. Y, sonriendo al numeroso público que nos recibió con aplausos, los asturianos cruzamos la "última frontera" de la caminata alzando cuanto podíamos las banderas azules del Principado, medio desteñidas por la lluvia y bastante deshilachadas por el viento. Siempre, en cabeza, circulaba un vehículo abriendo paso, su megafonía sirvió para animar la marcha, unas veces con chistes, otras con canciones, pero de una forma o de otra, sirvió para provocar el buen humor entre los caminantes…
Aunque se caminaba siempre tocado por alguna dolencia y agotados físicamente, nunca se olvidaban los momentos vividos en las impresionantes acogidas de la provincia de León, en donde la gente se volcó con nosotros. Fueron momentos extraordinarios los que se pasaron en La Vid, fue vernos llegar y salir todo el pueblo a la calle, poner las mesas e invitarnos a los más variados productos. La manifestación de cariño en León capital, en Valencia de Don Juan, en Matanza de los Oteros, en Ceinos, en Medina de Rioseco, en Valladolid, en Rueda, en fin, en todos y cada uno de los lugares por donde hemos pasado. Son recuerdos que siempre estarán presentes en el corazón, al menos en mi caso.
El tiempo pasa y la marcha de hierro no se olvidó, ni mucho menos. El reconocimiento del pueblo asturiano hacia los productores de Ensidesa y las empresas Auxiliares ha sido constante. En Avilés, el ayuntamiento dedicó una calle en el polígono industrial de la Ría a la “Marcha de Hierro” y los agasajos y conmemoraciones continuaron durante bastante tiempo…
A pesar de todo, ni los contratos basura, ni la flexibilidad, ni las ventajas a las empresas han evitado que el paro siguiese en aumento. ¿Quién dijo un día que los trabajadores eran la fuerza transformadora?. Todo lo contrario, los partidos gobernantes defienden intereses corporativos y parece que la fuerza transformadora de la historia, fuesen los empresarios.
Está pasando la locomotora de Europa, la del estado-bienestar, y parece que nosotros nos quedamos con la carbonilla, con las factorías paradas, y con comarcas enteras en pie de alerta. Las multinacionales han huido a buscar mano de obra más barata en los países menos desarrollados a pesar de la disponibilidad de los gobiernos para el capital extranjero. Se sigue desmantelando lo poco que queda y se han dado todas las facilidades a los “trusts” que ahora se abren.
Aún recuerdo cuando se decía que los españoles teníamos suerte porque nos había salido un socialdemócrata de derechas, refiriéndose al presidente González. En aquel momento se ignoraba hasta que punto llegaría el "desguace" de la ideología socialista. Primero fue la moderación, después el pragmatismo, por último el abandono de los principios.
Sin embargo, todas estas dejaciones no han conseguido ni crecimiento, ni prosperidad. ¿No era el gobierno que defendía los derechos de los trabajadores?. Que razón tenían los norteamericanos cuando en su Declaración de Independencia impedían a sus políticos “imponer tributos sin consentimiento”. El nacimiento de los Parlamentos tuvo como primer cometido el de discutir y aprobar presupuestos. Los socialistas españoles engordaron la deuda y según los especialistas nos han hipotecado para, según el cálculo, los próximos treinta años.
Los cierres, despidos, reestructuraciones de personal, han seguido de moda. Todos los días se recibe alguna de estas "agradables" noticias. Las empresas han efectuado reajustes drásticos traumatizando familias enteras, y a cambio, bien poco se ha hecho, si se hizo algo, para reindustrializar las zonas y comarcas afectadas.
Que el problema no era solo de Asturias ya se advertía. El panorama fue más crudo y real, el problema lo tuvo y lo sigue teniendo España entera, los gobiernos no son capaces de poner fin a esta sangría y atropellos, y continúan hinchando pecho y queriendo hacernos ver que la tranquilidad es absoluta. -¡Menuda jeta…! la de algunos.
La corrupción para que contar. En nuestro país se han hecho enormes fortunas, se hablan de miles de millones como quien se fuma un cigarrillo. Para que dar nombres, la lista resultaría interminable. Los casos de abuso de poder claman al cielo. Lo peor es que el antiguo presidente Felipe González, a su decir, se enteraba de estas cuestiones por los medios informativos –“aquí no pasa nada”, solía decir. A mi parecer, pasó mucho tiempo sin enterarse de nada, -así le fue-, y lo que peor me parece, es que parecía no querer enterarse.
Los gobiernos cambian, las privatizaciones a la orden del día, al final, a los asturianos nos queda el consuelo de seguir luchando, que al fin y al cabo, es lo que hemos hecho desde que existimos…

¡Que pena si este camino fuera de muchísimas leguas
y siempre se repitieran
los mismos pueblos, las mismas ventas,
los mismos rebaños, las mismas recuas!
¡Que pena si esta vida tuviera
-esta vida nuestra-
mil años de existencia!
¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos de la historia y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?
los mismos pueblos, las mismas ventas
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y los mismos poetas!
¡Que pena
que sea así todo siempre
siempre de la misma manera!

León Felipe (1884-1968)


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