Valencia de Don Juan - Mayorga (15/10/92)

En el colegio público, -el mismo donde se nos sirvió la cena-, “Bernardino Pérez” nos deleitan con un abundante desayuno a la vez que se nos comunica que en la panificadora están a nuestra disposición 500 bollos preñados, por encargo expreso del ayuntamiento coyantino.
En una fría mañana con enormes nubarrones que amenazan lluvia, nos despedimos del vecindario a través de las autoridades municipales, con profundo agradecimiento por el trato recibido y por la solidaridad manifiesta en cada uno de ellos. Quizás sea Valencia de Don Juan, junto con el pequeño pueblo minero de La Vid, los puntos donde hasta el momento más calaron los sentimientos afectivos en nuestros corazones, sin que por ello, no reconozcamos que en todas las poblaciones por donde transitamos sucedieron actos tremendamente emotivos.
Poco antes de la salida, comenzamos haciendo una sentada en mitad de la carretera en protesta por la actuación que tuvo en el día de ayer la Guardia Civil al entrar en las instalaciones de la acería LD-III de Ensidesa-Avilés para reprimir a los trabajadores de las empresas Auxiliares que se manifestaban en favor de los metalúrgicos. Como se suele decir, “entraron a saco”, y llovieron palos y golpes. Por fortuna parece que nadie resultó herido. Nuestra sentada duró unos minutos y con el pensamiento en los compañeros de Avilés, se inició el recorrido.
La etapa de hoy, en un principio, puede considerarse como corta, unos 25 kilómetros, que comparada con estas dos últimas, de kilometraje maratoniano, puede ser relajante y de paseo.
¡Qué equivocados estábamos!. El asfaltado de la carretera está en obras, el frío gélido otoñal y la lluvia –casi olvidada- han vuelto a hacer acto de presencia para hacer mucho más difícil el caminar. El aire viene de frente y las capas verdes para resguardarse del agua, vuelan con el aire y no sirven de mucho por el fuerte vendaval. Los paraguas, por supuesto que son más un freno, que servibles en este día para que hagan algún efecto positivo. En dos palabras: no valen.
La característica de la etapa del día, fue sin duda, la monotonía de una carretera interminable y el adiós sincero y familiar de un pequeño pueblo donde fuimos agasajados con queso, vino, café, frutas, y sobre todo el cariño de unas gentes sinceras y agradecidas. Como había sucedido en el municipio de Pola de Gordón, en Matanza de los Oteros, pueblo fronterizo con Valladolid, hasta la abuela más vieja acudió a recibirnos.
El día del vino comenzó en la localidad de Zalamillas, unos tres kilómetros antes de Matanza. El restaurante San Antonio regentado por un matrimonio de Sama de Langreo, tiró la casa por la ventana. Sacó todas sus mesas a la explanada del aparcamiento y las llenó de cántaros de vino, refrescos, bocadillos, croquetas y pimientos asados. En lo alto tras la mesa, un asturiano ex-sindicalista, vecino de la localidad, colocó una pancarta bien visible “Nuestro caminar es ganar”. Estaba el hombre más contento que si le hubiese tocado la lotería, y de ahí su invitación especial a la marcha de hierro: ”…como no nos movamos, Asturias va a pique”.
Poco más tarde se llegaba a Matanza, lugar elegido para la comida. Con el alcalde a la cabeza, Marcelo Alonso, que nos esperó a la entrada de la población, nos cobijamos en una amplia carpa dentro de la pista de baile de verano, allí igualmente había una mesa enorme y encima de ella 6 cántaros de vino de 16 litros cada uno. El alcalde nos dijo en una breve intervención que era “la visita más importante que hemos recibido en el pueblo desde que yo soy alcalde, y por eso simplemente todos nos sentimos agradecidos y os doy las gracias”.
Elías Cueto, secretario de la sección sindical de CC.OO en Ensidesa-Avilés, recogió de manos del propio alcalde una placa en la que reza la siguiente inscripción: “El municipio de Matanzas (León) da la bienvenida a los integrantes de la Marcha de Hierro. 15 de octubre de 1992”
Allí se cantó el himno de Asturias y finalizamos coreando el “¡Asturias luchando, Matanza apoyando!” en honor a estas gentes que lo dan todo sin recibir nada a cambio.
A partir de Matanza, la lluvia arreció y fue una mala tarde antes de concluir con la bronca del día y quizás posiblemente de toda la marcha. Aunque en realidad el motivo de la bronca se conocía de antemano, si bien se había hecho un pacto de silencio para no enturbiar el ambiente. El problema había surgido cuando el director del Colegio en el que debíamos quedarnos esta noche, se negó en redondo a ceder las instalaciones, como mucho cedía los pasillos porque “no tendrían tiempo para desinfectar las aulas” cuando nos marchásemos.
El alcalde y todo el pueblo de Mayorga salieron a la calle a recibirnos y ellos mismos fueron los que primero pidieron la dimisión para el director del colegio que forzó un comunicado de los sindicatos, leído en el acto de recepción en el Ayuntamiento.
En el comunicado, los sindicatos mostraron su más enérgica repulsa por la actitud del sujeto en cuestión, que nos obligó a buscar cobertura en Medina de Rioseco donde su alcalde y toda la Corporación, pusieron a nuestra disposición el espléndido pabellón deportivo que aumento su ocupación por nosotros una jornada antes. Las autoridades en un gesto que les honra, solidarios a más no poder, suspendieron todas las actividades en el polideportivo. Todo estuvo a nuestra disposición y en dos jornadas los compañeros de intendencia no necesitaron moverse del recinto.
La tarde acabó en Mayorga con esa bronca por culpa del personajillo, incluso desacreditado por el MEC, que sí otorgó el permiso para el uso del colegio, aunque el aviso llegó tarde y cuando ya se nos había concedido el permiso de albergue en Medina de Rioseco, al que nos trasladamos en autocares alquilados sobre la marcha, y nunca mejor dicho.
A pesar de este trastorno que supuso el traslado hasta Medina, la dignidad es algo que está por encima de cualquier otra cosa. No obstante, se agradeció públicamente el apoyo de los vecinos de Mayorga y de sus autoridades pese a que no pudimos pernoctar en la localidad. La “broma” del individuo nos costó una importante suma de dinero que en un principio no teníamos previsto, por no tener tiempo para suprimir la cena que se tenía apalabrada en el hostal, y la contratación de los autocares que nos hicieron el servicio de traslado.
Los telegramas de apoyo que llegan diariamente, desde los puntos más impensables, portan en su interior cientos y cientos de mensajes de solidaridad que normalmente conocemos entre plato y plato de las cenas.
La labor de los sanitarios sigue siendo excepcional, trabajan sin desmayo, con la sonrisa y la amabilidad presente en todos sus actos. Los hombres y mujeres de Cruz Roja reciben esta noche el agradecimiento espontáneo de todos los marchantes. Cuando acceden al comedor, son sorprendidos con una gran ovación y unas pocas palabras de reconocimiento por su dedicación a la marcha de hierro desde que se comenzó esta odisea en la capital del Principado.
El ayuntamiento de Medina ha colocado dentro de la cancha del polideportivo unos enormes calentadores de aire, sirven de secadero para los atuendos mojados y por orden del regidor no se apagarán en toda la noche; dos operarios guardarán que estén funcionando correctamente.
Los parroquianos se sorprenden al vernos por el pueblo. Nos esperaban un día más tarde y por eso no hubo recibimiento. Se les explica la causa de adelanto y no dan crédito a lo que oyen. Menos aún se creen que en los tiempos que corren, puedan estar en la dirección de colegios, personajes de tal calaña. Sabañones le tuvieron que salir en las orejas al caracuadrada de Mayorga. Y que conste que esto no es un insulto, es que realmente su cara es mas cuadrada que otra cosa.
Me comunico con casa de mi madre en La Felguera…
-¿Cómo os va?
-¡Ah!, ¿eres tú?, y a ti ¿cómo te va?. Nosotras bastante bien, tu tía anda un poco acatarrada, Julieta lo mismo, pero bueno, no es grave. Peor lo estáis pasado vosotros ¿no?
-No te creas, hace mal tiempo pero se aguanta. De momento no tengo ningún problema.
- Ya sabes lo que tienes que hacer. Cuídate mucho. No bebas, sigue la dieta y jamás comas lo que no puedes.
Y dale que te pego. Las madres no se deben dar cuenta de que crecemos y la mayoría no se cansa de dar advertencias. En la mayor parte de las veces, sus consejos sirven de bien poco, pues… ¡ni los oímos!
En la jornada se han acentuado los inconvenientes para llegar todos al objetivo final fijado para Madrid. Cuando parecía teníamos olvidados los días de lluvia y frío de Asturias, nos despertamos con malas noticias procedentes de Bruselas. A mediodía ya estaban asimiladas, pero comenzó a llover y aunque el agua no era tan torrencial como en las etapas asturianas, el recuerdo de aquellas jornadas entristecieron un tanto más la marcha. Hoy era una lluvia fina, castellana, acompañada de viento racheado y bastante frío que calaba hasta los huesos. Como consecuencia, el caminar fue más lento y el cansancio superior. Y lo peor es que mañana habrá que hacer el madrugón. Hay que volver a Mayorga en autobús y regresar caminando los más de 40 kilómetros que separan estas dos poblaciones. El ritmo tendrá que acelerarse para que no se haga de noche en la carretera.
La marcha asturiana tiene participantes de todas las edades. Varios son los trabajadores jubilados de Ensidesa que salieron en un principio en Oviedo y continúan caminando a buen tren y sin más problemas que el resto: grietas en los pies, alguna que otra ampolla y bastante cansancio en las rodillas por la acumulación de kilómetros. Entre los trabajadores predominan las edades entre los treinta y cinco años y los cuarenta y pico. Hace mucho tiempo que en las factorías no se admite personal joven, por lo tanto, los únicos veinteañeros de la marcha de hierro se encuentran dentro del grupo de voluntarios de Cruz Roja.
Pero como siempre, surgen excepciones y aquí no podía ser menos. En la etapa de Valencia de Don Juan se incorporó a la manifestación un niño de nueve años Juan García, un jovencísimo estudiante de EGB en el colegio público de Lada (Langreo) que solicitó permiso a su tutora Mariví, para poder acudir a la marcha hasta Madrid. Esta, ni corta ni perezosa, no dudó en concedérselo, que para eso “su marido es de Ensidesa”.
Si su padre -pensionista a causa de una dolencia cardiaca-, estaba decidido a participar, la cosa debía ser importante. Juan García lo vio claro desde un principio y él tenía que estar en la marcha. La enfermedad del padre le impide recorrer tanto trayecto por lo que decidió, aprovechando que tiene una casa en Valencia de Don Juana, hacer unas etapas. Así, padre e hijo hicieron estos kilómetros desde León y la madre los seguía desde el coche.
Casi no tengo tiempo para más. Las cinco y media de la mañana llegan pronto, y no puedo perderme El Larguero.

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